viernes, 27 de febrero de 2015

CAMIÑO DA LITERATURA

O alumnado de 6º B está traballando neste trimestre o libro El faro de los acantilados, de J.L. Martín Nogales. Entre una morea de escritos elaborados na aula, chamáronos a atención uns relatos curtos que entregaron hai uns días. Contextualizados a partires da lectura que segue, tiñan unhas premisas para poder escribir.  Cada relato está escrito por tres persoas distintas, na que unha comeza presentando o lugar e, ¡importantísimo!, os sentimentos do protagonista principal. Ao remate, a segunda persoa ten que seguir a historia dende o seu punto de vista; esto é, ten que redactar o nó do texto, e por último, a terceira persoa debe darlle un final.
Enchéronos de emoción todos os escritos, pois a tarefa non era nada doada. Por un lado, o primeiro escritor tiña a responsabilidade de armar un inicio tal como se pedía; o segundo, seguir cunha idea que non era súa e o terceiro artellar un final para un relato alleo.
Todos e todas, repetimos, TODOS e TODAS escribiron e, asegurámosvos que nalgúns casos  moi por enriba do que se esperaba para uns nenos e nenas de 11 anos. Quen nos dera a algún adultos coma min saber facer o que redactáchedes.
Este é o texto que están lendo e no que profundizaron.

O que deixamos hoxe aquí é un dos relatos da clase de 6ºB


UNA AVENTURA EN EL BOSQUE

         Era un día soleado. La luz del sol se filtraba entre las hojas de los árboles todavía de color anaranjado. Sobre sus ramas estaba Marcos, un niño pelirrojo, de ojos verdes y la cara salpicada de pecas. Se encontraba en la pradera de al lado del pueblo debido a que había tenido una pelea con su madre.
         Marcos bajó del árbol, inspeccionó el terreno pero solo veía un manto verde bajo sus pies y algún que otro árbol desperdigado por la zona. Desde su posición, todavía podía ver los tejados rojos y las paredes grisáceas, así que decidió adentrarse en el bosque… (Luis)

       En ese momento no quería pensar en nada. Muchas veces se había peleado con su madre, pero nunca de esa manera.
        Caminó hasta lo más profundo del bosque, donde sólo se escuchaban sus pasos, seguidos y lentos, sin saber muy bien a donde se dirigía.
Al llegar a una encrucijada se decidió por un camino a su derecha, repleto de árboles y arbustos, desde donde llegaban los cantares de los pájaros. Mientras caminaba, en su cabeza bullía la discusión con su madre. Su padre había fallecido cuando él tan solo tenía un año, por lo que casi no lo había conocido y él quería saber más. Esa tarde le había preguntado a su madre sobre él, y ella solo ¡gritó y gritó! provocando su huida hacia la pradera.
Y así llegó allí. Lo desconocía todo de su padre, incluso como había muerto
Se sentó en una piedra. Ensimismado en sus pensamientos, el tiempo pasó hasta hacerse casi de noche. Decidió volver a casa. Sin embargo, no quería ver a su madre por lo que se dirigió ir a casa de la abuela. (Lidia)

En casa de su abuela, un lugar repleto de recuerdos de su infancia y de buenos momentos vividos, recordó la antigua verja de madera y algunos vagos instantes que pasó con su padre. Y ya que su abuela había conocido a Manuel (su padre) decidió llevar a cabo un pequeño interrogatorio:
-      Abuela… Tú conociste a mi padre, ¿verdad?
-      Así es, y supongo que quieres conocer más sobre él…
-      Si, ¡por favor! Cuéntame cómo era, qué le gustaba hacer, qué le desagradaba… Mamá no quiere decirme nada sobre él.
-      De acuerdo. Tu padre era un hombre amable, fuerte y generoso, y no fuerte en el sentido de tener fuerza física, sino fuerte porque consiguió traerte al mundo. No te puedo contar más detalles sobre lo que pasó. Eso le corresponde a tu madre… En fin, le encantaba jugar contigo al veo veo y, sobre todo, columpiarte en aquel columpio gastado por el paso de los años.
A Marcos se le saltaron las lágrimas. Abrazó a su abuela y le agradeció lo que le había contado. 
-      ¡Ah!, otra cosa. ¿Sabes que le hubiera entristecido?... Verte así con tu madre.
-      Lo sé. Quiero hacer las paces con ella pero… ¿ella querrá?
-      ¡Pues claro que sí. Eres si hijo!
De regreso a casa se preguntaba que iba a decirle a la madre. Llegó, timbró y la puerta se abrió. La madre lo miró y comenzó a llorar de alegría. Sin más, él la abrazó. Aquel era un momento en el que las palabras sobraban.  (Marta)






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